sábado, 3 de octubre de 2009

Luz

Ahora,
que ya no estamos en penumbras,
que hemos sido capaces de descubrirnos
en el centro de la vida,
ahora podemos ver,
que hasta los peores momentos no lo son tanto
cuando los miras tras el cristal adecuado.
Que el mayor hallazgo
es el más limpio
y real
tesoro:
el día de hoy.

Ahora,
hemos comprendido
que no necesitamos nada,
salvo a nosotros mismos,
y que la amistad,
y el sol,
el viento y la vela,
nos alejan de la apatía.
Y es cuando volvemos a abrir los ojos,
y observamos,
que el cielo sigue teniendo su color,
que el mar sigue reflejando la luna,
y que ya sabemos exprimir el presente.
Nuestro presente.
Y que la memoria,
los recuerdos,
son sólo nuestros.
Únicos.
Y que nadie puede arrebatárnoslos.

A veces la vida se nos muestra transparente.
Tan sencilla,
que es imposible no sonreír
de pura felicidad.

Hay un minuto en la existencia
esperando vernos despertar.
Cogedlo
¡Cogedlo!
Es el fin de las tinieblas.

1 comentario:

  1. Paula, recuperas un tema muy clásico: el carpe diem. Esa invitación, casi apremiante, a coger ese minuto de la existencia, ese presente, me recordó el "coged de vuestra alegre primavera/el dulce fruto antes que el tiempo airado/cubra de nieve la hermosa cumbre".

    Y en el centro de la vida... (nel mezzo del camin di nostra vita).

    Nos siguen preocupando los mismos asuntos. La solución que aportas aquí es la que defiendo: cogedlo.

    Ángel González escribió un poema que tituló "Porvenir". El tuyo habla de lo mismo, aunque hable del hoy.

    Un abrazo.

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