domingo, 20 de marzo de 2011

Paradoja de la desigualdad

El ser humano, en cualquier lugar y tiempo, y afortunadamente, se ha afanado en intentar lograr los tan deseados bienestar e igualdad para todos sus semejantes, en una tarea que, si bien noble y necesaria, sólo tiene un final posible.
Siendo, como es, un ser libre y cada individuo, diferente, persiste en intentar resolver las variaciones que él mismo provoca.
Dejando a un lado el que la misión del individuo y del conjunto sea acercar los extremos entre el mejor acomodado y el más mísero de los pobres, nuestro destino ha sido, es, y será, de forma irremediable, el de las diferencias; pues tan inevitable como que el hombre yerre, a menudo para mal de sus iguales, es que, desde el mismo punto de partida, exista quien se considere a gusto y conforme; quien prospere y crezca y quien, por ineptitud o despiste, acabe perdiendo todo.

2 comentarios:

  1. Es cierto, Paulita. No sé, yo creo que el universo está construído sobre un sistema complejo -y a la vez sencillo- de paradojas. La igualdad de los seres humanos no está en su clase social, sino en algo bastante más hondo que no puede nombrarse. Es ahí donde todos, absolutamente todos, somos iguales. Y no me refiero al alma en el sentido religioso que dice "ante los ojos de dios todos somos iguales" -yo, respecto a ese señor, tengo mis dudas, creo que es un número imaginario-, me refiero a la dualidad, a que todos los seres humanos somos capaces de lo peor y de lo mejor al mismo tiempo. Un abrazo. Me gusta cuando actualizas, tus reflexiones siempre dejan algo. Otro abrazo.

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  2. Es cierto, Susan. Quizá en lo más elemental de la vida, en las miserias, miedos e inquietudes personales, es donde realmente existe la verdadera democracia.
    Nadie está exento de ellas y, de algún modo, nos acerca al mismo plano de igualdad.
    Besos.

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