jueves, 15 de mayo de 2014

A Kenean y Leo

Primera carta.

No os puedo decir que la maternidad fue una bendición desde el comienzo, pero puedo contaros la verdad. Y es esta:

Al principio fue una ocupación a la que debía adaptarme y que a veces me molestaba. 
También fue una alegría y una satisfacción. Era la responsabilidad mayor que había tenido nunca y desde el primer segundo no pensé otra cosa más que hacer bien mi trabajo.
Al principio tuve dudas y muchísimos temores.
Al principio llegué a pensar que lo mejor para ambas sería que abandonase.
Leo llegó después de este período, cuando todo era más fácil, aunque asumir y aceptar son tareas que jamás se terminan.
La persona que era entonces y la que soy ahora son dos diferentes que apenas se reconocerían más que por los rasgos.
Cumplir mis nuevos cometidos y discriminar lo que es importante en mi vida me ha llevado a evolucionar y a conocerme mejor, de modo que puedo afirmar rotundamente que más me habéis aportado vosotras a mí de lo que yo os pueda aportar nunca.
De la madre que pensé que sería a la que he llegado a ser hoy hay un gran trecho, afortunadamente. Aún así disto mucho de ser un ejemplo ideal, por lo cual espero que algún día, cuando comprendáis esto que os escribo, me perdonéis.
Acerca de las afirmaciones y tópicos sobre maternidad os tengo que decir que la mayoría, en mi caso, son ciertos:
-         no puedo hablar de vosotras sin emocionarme
-         no puedo estar más orgullosa de mis hijas
-         vivo con ansiedad constante, temerosa de que algo malo os pueda ocurrir
-         descanso cuando no estáis a mi lado
-         también disfruto mi tiempo, que ahora valoro enormemente
-         mi amor por vosotras es absoluto e incondicional
No hay nada que hayáis hecho o vayáis a hacer en el futuro que haga que deje de quereros.